Se muere, mi corazon de mujer...

Amigas queridas, el propósito del presente temita, va enfocado principalmente a las vivencias de miles de mujeres en el mundo, que por circunstancias ajenas a su voluntad, tienen que vivir su vida en el más completo desamparo emocional.

Cuántas veces hemos escuchado decir a nuestras amigas, vecinas, compañeras laborales o simplemente conocidas: ¡Mi corazón ya no puede más, siento que me estoy muriendo!
Cuántas mujeres en el mundo sufren de soledad, abandono, rechazo, exilio… y por demás un mar de confusiones, desconsuelos, tristezas, desánimos y hasta admiración, envidias sanas, al ver que sus amigas y compañeras del colegio ya se han casado, ya han formado sus vidas al lado de un compañero que las ama, las protege y las respeta, ya les empezaron a llegar los hijos, y ellas siguen solteras, muy solitas sin novio, sin amigos, sin pretendientes, sin enamorados y sin las tan necesarias ilusiones de mujer para seguir viviendo.

Algunas mujeres se aíslan de la sociedad, de su entorno, de sus amigos y hasta del mundo porque están acomplejadas, traumadas, se ven tan gorditas frente al espejo, que piensan: “Nadie se fijará nunca en mí, estoy tan gorda y me veo tan fea”. O viceversa, se ven tan flacas que piensan que como mujeres, no tienen ninguna posibilidad de atraer al sexo viril, lloran amargamente al ver su figura frente al espejo diciendo: ¿Quién me va a querer, si estoy tan flaca y no tengo atractivos visuales?

La vida se les va pasando a estas mujeres, ahogadas y desesperadas en un diario lamento constante y repetido: “Me voy a quedar para vestir santos”, “Yo no nací para casarme”, “Estoy convencida de que nunca podré tener a una pareja, un hogar ni hijos”, “Nadie me invita a salir… y si salgo a las fiestas, nadie me invita a bailar”

Es tanta y tan repetida la necesidad de afecto la que poseen estas mujercitas, que cualquier detalle que se les tenga a bien brindarles, ya se están sintiendo soñadas, las musas más hermosas del mundo. Se sienten bien felices y confortadas, quisieran retener el detalle, el momento y a la persona que se les acercó para llamarlas afectuosamente: “Flaquita”, o “Cuerpazo” (qué ironía tener que decirlo así).

¿Y qué decir de aquellas otras mujeres que teniendo a su pareja, las cambiaron por otras que lucen estupendamente lindas, casi como barbies de porcelana?, es más doloroso aún, más frustrante, más desesperante, más traumático y automáticamente… se sienten más aludidas, repudiadas y rechazadas por ser gorditas o flaquitas o por tener un carácter difícil de entender.

Se pasan las noches llorando, pensando: Dios mío; ¿Por qué me pasa esto a mí?, cuando ellas se saben listas, preparadas y capacitadas para ser la mejor pareja, la más tierna, la más atenta, la más protectora, la más sumisa y la más fiel de todas las mujeres del mundo, que lo entregarían todo por tener un amor.

Pero también hay mujeres en el mundo que sí tienen a su pareja, sus novios, sus esposos, amigos o amantes, en un compromiso formal, y sin embargo no cuentan con su apoyo para sentirse protegidas, son ellas las que protegen a su pareja, ven por sus necesidades, desde las más elementales, hasta las más exageradas. Se preocupan porque al novio o al marido, no les falte nada y se sientan a gusto, adoptan los roles que a ellos les corresponde llevar a cabo como hombres, resuelven sus problemas y también los del compañero.

Porque son mujeres capaces de eso y mucho más, porque tienen la habilidad de sentirse indispensables para todo y se echan a cuestas, muchas veces, más compromisos de los que pueden soportar. Obviamente esto les acarrea fuertes dolores de cabeza innecesarios y un estrés desmedido y recurrente. Luego se quejan de que el compañero es un bueno para nada, que a ella le dejan toda la carga, que no se siente protegida, que se siente desamparada, que no es justo.

¡Y por supuesto que no es justo! Sí, la mujer nació para amar (es cierto), pero también nació para ser amada, valorada, protegida y respetada por su compañero de vida. Hacer que se sienta una reina dentro de su hogar y dentro del mundo. Pero, ¿Cómo hacer para cambiar esta cultura? ¿Se puede acaso cambiar esta forma de vivir ya tan gastada y estilada?

La mujer no es “una cosa”, no es un mueble, o un objeto propiedad del hombre. Ella también siente, quiere, piensa, sueña y sufre cuando no es tomada en cuenta como un “sujeto vivo”, así sea ella muy gordita, o muy flaquita, alta o chaparrita, blanca o morenita, seria o reventada (jajaja), ¿qué importa si la mujer tiene el carácter difícil? –MUCHO MEJOR-, ¡El que quiera azul celeste, pues carajos… que le cueste!

Pensamiento...

Somos nosotras, amigas queridas, quienes ponemos el precio (y no estoy hablando de dineros), yo hablo del precio de saber valorarnos primero a nosotras mismas y posteriormente a quienes nos rodean. Somos nosotras quienes nacimos para escoger… ¡y no para ser escogidas! ¿De acuerdo mis corazonas de luz?

(Doral)