© 8 de Marzo, 2009, Autor: Doral ...!
La mujer ocupa dentro de la naturaleza, el punto central como reina universal, no solamente de la especie humana sino de todo aquello que contenga belleza, ternura, amor.
Ahí donde está la mujer, hay belleza. Donde no está la mujer, hay tristeza. Ahí, donde está la mujer hay amor, donde ella falta hay dolor. Quien quiera comprobar estas cosas visite una casa de hombres solos y encontrará el vacío de la mujer, extrañará de inmediato su presencia.
Se dice que en la vida de todo hombre, hay siempre una mujer; detrás de los triunfos
y fracasos de los grandes hombres del mundo siempre existe una mujer que ha hecho posible sus victorias o sus derrotas; lo mismo podemos decir del hombre ignorado, de aquél que se desliza entre las olas de la vida, sin que nadie se percate de su existencia.
Lo interesante de todo esto, es que a pesar de que el hombre siempre le canta a la mujer sus estrofas de amor, canciones del alma, le expresa los sentimientos del corazón, le tributa toda clase de galantería y le brinda toda clase de mimos, cuidados y palabras adornadas con el fruto de su sagacidad, sin embargo ignora totalmente cuál debe ser su comportamiento para con ella.
Es evidente que el hombre en general siempre ha creído ser superior a la mujer sin que haya dado una explicación satisfactoria, ¿de dónde ha sacado tal superioridad, en qué consiste y por qué motivos? Si la mujer y el hombre son como dos gotas de agua y marchan paralelas en sus destinos, ¿cómo puede ocurrírsele al varón suponer semejante adefesio de creerse superior a la mujer? ¿De qué código sacó tal teoría?, ¿en qué reglamento figura y bajo qué leyes específicas está fundamentada tal superioridad? ¿Podrá el hombre acaso responder legalmente sin incurrir en el absurdo o en la estupidez, tales interrogantes?
Es apenas lógico que la mujer nunca ha sido comprendida por el hombre,
ni valorada en toda la extensión de sus virtudes y atributos; si así lo fuera, el hombre jamás levantaría la mano, ni aún la voz para hacer, ni hablar cosa alguna contra la dignidad, la libertad, el respeto y el derecho a compartir todas las cosas por igual con el hombre.
La liberación de la mujer es un derecho que le corresponde por vía directa sin consentimientos y sin permiso de nadie, ella tiene derecho a la mitad de la vida universal y el hombre tiene derecho exactamente a la otra mitad sin más, ni menos; en estas condiciones la mujer tiene pleno derecho a ser libre verdaderamente dentro del matrimonio, fuera del matrimonio, en la calle, en el hogar, en el trabajo
y en todas partes donde se encuentre debe ser absolutamente… ¡libre! Estamos hablando de la libertad consciente dentro del amor, dentro de las Leyes Divinas, dentro de las leyes de los hombres, dentro de la sociedad, dentro del respeto moral, espiritual y conyugal.
No es precisamente el matrimonio quien va a cambiar los derechos de la mujer ni la religión ni la política, ni las doctrinas, cualquiera que sean, ni los jueces, ni sus propios padres, ni siquiera la misma naturaleza tiene tal derecho; esto solamente se le ocurre a la insensatez y a la ignorancia de aquellos varones (hay excepciones), que se atreven a tender barreras a la libertad y al derecho de la mujer, ya porque sea hija de familia, hermana, madre o esposa, o ya porque el varón se abroga derechos que no le corresponden tendiendo barreras inhumanas y absurdas a la liberación femenina.
Los jueces que escriben los códigos, los hombres que hacen las leyes, los esposos que esclavizan a las esposas, los padres que encierran a sus hijas, los escritores que en forma despectiva y con obscuros tintes de ignorancia limitan la libertad y los derechos de la mujer, están rubricando con la tinta indeleble de la ignominia, la auténtica liberación de la mujer.
Ella, que con su ternura de madre nos dio la vida, la hermanita que dulcemente nos da cariño, la esposa que llena de ilusiones, entrega la pureza de su cuerpo y los dones de sus virtudes femeninas y en general todas las mujeres del mundo tienen pleno derecho a ser libres ante Dios y ante los hombres en todos los países de la tierra, sin que se vaya a confundir en ningún momento la libertad con el libertinaje.
¿En dónde están los méritos del hombre para reclamar superioridad?, ¿con qué derecho, con qué atributos puede reclamar tales privilegios?; ¿será que confunde las virtudes con sus propios errores, tales como las borracheras, los adulterios, las fornicaciones, los vicios, la crueldad, el machismo, el despotismo, las sátiras palabras duras e hirientes y toda la negra lista de los procedimientos masculinos, proyectados siempre en contra de la dignidad, el respeto y el derecho de la mujer?
Es apenas lógico que para el hombre, concederle tales derechos legítimos a la mujer, se necesita trascienda esa gama de obscuros conceptos equivocados a fin de hacer luz en su reducida mente pecaminosa y terrible en cuyo espacio solamente se anidan vicios, hábitos, aberraciones, lujuria, soberbia, crueldad, ambiciones desmedidas por el dinero, el comercio, las apariencias, posiciones sociales, la envidia, la codicia, la pereza, las divagaciones ociosas de la mente, los instintos agresivos y bestiales, la ira, el odio, el rencor, la venganza, etc. Y que por Dios… se atreva a aceptar que:
La mujer ha logrado superarse por sí sola en muchos aspectos, ha logrado algunos avances en la política, en las esferas gubernamentales o de estado y en las burocracias de diferentes tipos tales como diplomacia, mujeres ministros, gobernadoras, alcaldesas, o presidentes municipales, etc.
En la misma forma han escalado algunas posiciones en el poder legislativo llegando a ser Senadoras, Representantes de naciones, Embajadoras, etc.
Se necesita pues, que la mujer en general, aprenda a revolucionarse contra el dominio déspota y autoritario del humanoide masculino; es hora de que la mujer sea libre, auténticamente libre y que reine por siempre sobre nuestro planeta tierra investida de sus plenos derechos que por Ley de la misma naturaleza y del cosmos le corresponden y que se vayan para siempre los despotismos, el machismo, el autoritarismo y la imparcialidad injusta del que se dice y se hace llamar: “Hombre”, pero que aún está muy lejos de serlo en toda la extensión de la palabra. Eso es todo.
¿Ustedes qué opinan?
Con mis respetos y cariño siempre
Doral